El Rapto de la Sabina, de Giambologna
A lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, durante el periodo que llamamos manierista, se puso de moda una escultura con muchos puntos de vista de igual importancia. Esto se puede ver de forma muy patente en la famosa obra El Rapto de las Sabinas de Giambologna.
Nacido en 1529, Giambologna pertenece a la generación siguiente a la de Cellini. Tras un par de años en Roma, se estableció en Florencia poco antes de cumplir los treinta años y allí permaneció por cincuenta años hasta su muerte en 1608. El escultor gozaba de gran prestigio, especialmente tras la realización de su obra más importante, El Rapto de la Sabina, un grupo escultórico realizado entre 1579 y 1583 y situado bajo la Loggia dei Lanzi de la Plaza de la Señoría de Florencia.
La obra representa un episodio mitológico que describe el secuestro de mujeres de la tribu de los sabinos por los fundadores de Roma. Este grupo de tres figuras reunidas en un movimiento arremolinado ilustra de la manera más completa y convincente el nuevo ideal de escultura con múltiples vistas. Las torsiones de los cuerpos sobre sus propias ejes (serpentinada), la riqueza de movimientos en sentidos contrarios, los cruces e imbricaciones de troncos y miembros; todo ello está realizado con tan buen sentido y calculado tan cuidadosamente que el espectador no se ocupa sólo de una vista principal, sino que se enfrenta con preguntas y revelaciones nuevas, sintiéndose arrastrado, como por encanto, a dar vueltas alrededor del grupo escultórico.
Hasta entonces, la escultura renacentista –la de Miguel Ángel incluida- pedía un espectador estático que adoptara una posición fija ideal desde la que pudiera contemplar la vista principal. Más allá del deseo consciente o inconsciente de moverse alrededor de la obra, se regresa a la posición desde la que se puede disfrutar de la vista más global. Pero los escultores de finales del siglo XVI se negaban a ser considerados como meros artesanos e intentaban demostrar su artificio (capacidad artística, maestría) con creaciones complejas y fascinantes.
Giambologna dotó a su Rapto de la Sabina con cierto dramatismo. Este grupo escultórico de mármol y de 4 metros de altura emana emociones en los rostros idealizados, los gestos faciales y corporales. El mayor naturalismo se patenta en las manos del raptor, apretando la piel de la sabina con fuerza y pasión. Un relieve en la base completa y le da nombre a esta obra que –si se me permite la expresión personal- es una de mis favoritias.
Foto vía: scultura-italiana

Categorias: Arte y Cultura, Florencia